jueves, 13 de agosto de 2009

Visitas en el balcón

Hace un par de semanas me dirigía a la cocina cuando un ruido extraño me sobresaltó. Como la ventana da directamente a la escalera de emergencia, me acerqué con cautela temiendo un susto, pero en el primer momento no vi nada. Me quedé inmóvil y sin encender la luz e instantes despúes dos orejas puntiagudas se asomaron tímidamente y descubrí que el ladronzuelo en cuestión era un mapache como de esos que a veces se aparecen por los parques cercanos, magnífico en su mameluco de peluche y antifaz. La sorpresa me hizo pegar un grito pero mi visitante no se inmutó, antes bien se estiró sin parsimonia y, clavando sus garritas en el mosquitero de la ventana, lo sacudió sin pena mirándome fijamente a los ojos. Estuve tentada a dejarlo entrar pero antes de que me acordara de que aunque bonitos los de su especie suelen ser bravos, el mapache se alejó tranquilamente por los escalones.
Corrí a contarle a Mario lo sucedido y su respuesta fue:. "Canijo mapache, seguramente quería robarse mi pollo rostizado".
Desde que vivo por esta parte norte del planeta, mis encuentros con la naturaleza salvaje incluyen a siete zorras rojizas que vimos una tarde de invierno en el cementerio de Mont Royal, varios mapaches y marmotas, un par de ciervos magníficos en el monte cercano al centro de yoga de las Laurentides, y una mamá cierva y su bambi que estuvieron a punto de estamparse contra el auto cuado iba manejando por el área de New England. Ah! sin olvidar a las coquetas mofetas que a veces se aparecen por ahí...

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